lunes, 24 de septiembre de 2012

Ver un video (¿es quizás hora de cambiar de título?)

Tengo que hacerles un pedido especial. El pedido es: que vean este video. Solo les va a tomar veinte minutos de su tiempo. Y, muchachitos, ¿qué podría ser más importante que esto? ¿Qué es lo que puede pasar en veinte minutos? No, eso es lo que vos te preguntás. Yo, mejor plantado, me preguntaría: ¿acaso una esposa no puede dar a luz en el curso de una película de Tarkovsky? Con escenas de autopistas que ejemplifican el hastío de la vida moderna, el hastío del éxito de pretender abreviar en el tiempo, la distancia entre un hombre que está en Angola y otro hombre que está en Suecia, el mismo hombre, y que avanzan y retroceden hasta tocar sus espaldas, ¿Acaso un niño no nació durante una película de Tarkovsky? ¿Acaso no nació por una película de Tarkovsky?: sabemos que la gente es impaciente. Igual que en películas de Kurosawa: la gente puede ponerse a vivir durante estas películas. Y los niños que pueden nacer, ¿cuántos niños pueden nacer durante una película de Tarkovsky o de Kurosawa? ¡Los hijos de esos directores podrían ganar unas elecciones en el principado de Mónaco! ¿Acaso no pasaban cosas en Mónaco? No. No con esa actitud ¿Acaso lo que dura "Citizen Kane" no es el tiempo de vida de un niño de, por decir, dos años (Mi tío vio la película espaciadamente, en dos años)? ¿Acaso lo que dura una maratón de Lost no es tiempo suficiente para que se muera alguien? ¿Y qué hay con el tiempo durante el cual Lost estuvo al aire? ¿No se puede morir alguien ahí? ¿No se pueden morir muchas personas? ¡Sus episodios salían cada una semana, ¡por favor!! ¡Sus temporadas salían, de suerte, cada dos años! Uno podía morirse, francamente, de angustia, ¡cuántas vidas se seguirá cobrando esa serie! Pero yo no soy de los que culpan a los productores. Ellos también pueden morirse: ahí tenemos, ¿cuántos productores pueden morirse durante Lost? ¿Y cuántos han dejado su vida en una carrera por afuera del tiempo y del sistema inmóvil de cafeína para cumplir con un plazo de episodios al dedo? ¿Cuántos personajes han matado para salir de un apuro? ¿acaso esos personajes pueden servir para otro papel? ¿y qué hay con los hijos de esos personajes? ¿también morirán? ¿cuántos hombres han matado esas muertes? Mi tía Amanda, hace poco. Su bisabuela, en el siglo XIX, había llorado la muerte de Nancy, en la famosa novela de Dickens que no lleva su nombre. También había protestado por la famosa muerte de Sherlock Holmes que obligó a su autor (¿acaso su autor no era Shelock Holmes?... ¿o se murió?) a dar nueva vida, a elevar el peso de las palabras, a cambiarles la tónica. Dickens no cedió a devolverles a Nancy, aún después de que lo amenazaran con revelar unas pinturas en las que se lo retrataba dándole unas libras a un niño por remendar su horrible jardín: Dickens, para ese entonces, era de movimientos más lentos y eso fue lo que el pintor aprovechó. Era un pintor de oficio, no de otra cosa. Dickens no revivió a Nancy, entonces. Pero Sherlock volvió. Claro, fue en aquel episodio al que Eurípides se referiría si lo hubiera vivido, justo cuando dice: . La bisabuela de Amanda lloró por Nancy y protestó por Sherlock, pero nunca morirse, como Amanda. La pobre Amanda ha fallecido ayer. Parece que nada detendrá a esta industria de sangre. Pero aún peor: parece que a nadie le interesa. Parece que todos han decidido ir con la vieja técnica, ¿la de mirar a un costado? Exacto. Y no hay muchos lugares a los que mirar, hoy en día, lugares sangrientos... 


[. . .]

Pretendía hacer notar mi furia con unos puntos suspensivos: como si hubiera dejado de escribir, en un rapto de alucinación violenta y me hubiera ido (pero hubiera vuelto para publicarlo). Sin embargo, seguimos ahí. Los que usamos puntos suspensivos seguimos ahí, mirando la pantalla. Claro que podemos estar furiosos, pero quizás los puntos ya no sean la manera. La manera de resaltar los atropellos que este monstruo mecánico de brazos apretados, pero jamás abrazados, ha obrado. Y por si todo lo anterior, sobre muertes, fuera poco: ¿cuántas páginas tiene la Biblia (sin el relleno)? ¿Cuántas un diccionario? ¡Ninguno de sus creadores esperaba que fueran a leer un diccionario! Y por último: La Monte Young. ¿Qué decir? ¿Puede decirse algo más? Especificaba el espacio de tiempo que le llevaban las improvisaciones que grababa. "The well tuned" piano se extiende por el desayuno y las primeras horas de trabajo de muchos oficinistas de Wall Street: dura alrededor de cinco. ¡Horas! ¡Qué otra jornada de trabajo! Y la música no es suplente. La música permite acompañar algunas tareas. Pero una escucha consciente, igual que una lectura, ¿cuánto tiempo pierden? ¿Qué es lo que le impostor de sus vidas se sienta a hacer cuando lee la Biblia? Y los de este video son veinte minutos. Sé que vos, por ejemplo, no vas a hacer caso del pedido y no vas a ver el video, ¿pero cuánto tiempo ya te hice perder con esto? Peor aún, ¿qué pudiste haberte perdido? Creemos que nada. Y eso es peor. ¡Porque si uno viera...



Se acabó. No volveremos a cederle un espacio a Hans Krimer. No mientras piense que su esposa está embarazada. Así que vamos a dar por terminada esta emisión para que puedan apagar sus televisores y salir a beber el agua de fuentes... ¿que dan la juventud? Y para que saquen a pasear a sus perros... ¿que son perros con cola de serpiente? Para demostrar que todo está muy bien, subiremos una foto que lo demuestra.



Distintas personalidades han apoyado la idea de que todo estaría bien, tal como se puede
apreciar en los diferentes tamaños de esos pulgares.

domingo, 10 de junio de 2012

Algunas vidas sobre nosotros- Parte II: Conclusión de alguna cosa, acostumbrado narrador y duda final


La Isla Maldicha no tardó en conquistar el ánimo de Masthorpe: muchos ya le habían hablado de ella, pero aún más de sus ocupantes. El territorio pertenecía desde hacía tiempo a unos hombres viles que arrancan tu cabeza para mostrarte el verdadero rostro de la vida y llevarte los ojos a otros lugares más bajos: esto querría decir que, si antes hubo hombres en esa isla, están todos viéndonos desde arriba. La isla, dicen, antes de estos había sido de quien fuera nuestra metrópoli: metrópoli de conquistadores que arrancan las cabezas de sus súbditos para mostrarles el verdadero rostro de la fe y llevarles los ojos a otros lugares ancestrales. Los primeros hombres viles habrían usurpado la Maldicha a los segundos, los de la fe, el 17 de Abril de 1890: su aniversario coincide con el cumpleaños de mi gato. En el transcurso, nosotros nos habríamos independizado de los segundos y habríamos heredado a la Maldicha, en manos de los primeros: los nuestros querían recuperar la isla. Sus fines eran evidentes: también ellos deseaban instalar su propio negocio de aerosillas que arranquen cabezas del suelo. Masthorpe, en cambio, solo quería evitar que nos arrancaran la cabeza. Quería venganza. Masthorpe quería destruir a los malditos enemigos. Debo decir que ya en este punto, muchos me observan que toda esta parodia se referiría en realidad a unos jóvenes argentinos con nombres de pulso firme, pulso como la mano que los duplicaba, la mano de la máquina que los apareció de un día a otro en un terreno vacilante por ancestral: ahí los mataron. No quedan muchos territorios ancestrales en el mundo. Tampoco me refiero a ellos.

Ya se ha dicho: Masthorpe quería destruir a los arranca-cabezas de la Isla. Cuando muchos lo intuyeron, dijeron que para Masthorpe, la isla Maldicha era el espacio secreto de su culto. La pieza faltante de su nacionalidad. La tierra santa. Cerca de mil cuatrocientos argumentos políticos, geográficos y legales confirmaban los derechos que nuestro territorio tenía sobre la isla. Masthorpe agregaba uno, prescindía de todos los anteriores y decía que esta era una cuestión de orgullo, una cuestión de arranca-cabezas. En una entrevista lo repite. En otra, insulta a los viles usurpadores de Maldicha pero no recuerda el nombre de la isla, o la llama "meseta". La isla no le pertenecía al país, le pertenecía a la nación de su corazón. Bueno, en verdad no le pertenecía la Isla. Una victoria le pertenecía. Cualquiera. En Italia o por ahí.

Todos sabían cuál sería la próxima jugada del Capitán Masthorpe, así que aprovecharon esta ventaja para mover antes y después sus propios peones. Le enviaron cartas de aniversario, lo invitaron al lugar marcado, lo rodearon de un grupo de fanáticos (eran sesenta) y uno de ellos se llamaba Maldicha. En todos lados se escuchaba que Masthorpe tomaría la isla. En todos lados se escuchaba que nos pertenecía, por cuestiones de orgullo. Fueron épocas turbulentas. Dejamos de ir a lugares, de jugar al voley playero, de ir a la playa o de comer. Todo habría ido demasiado bien en nuestro país si no hubiera sido por el honor que nos habían tocado. Para algunos, también por Maldicha. Masthorpe, entonces, no pudo hacer más que decidir tomar la isla, según dijeron, esa tarde. 


{Mathorpe: Vamos a condenarlos, vamos a condenarlos, y así seremos libres...
Gente numerosa: Frases de aliento
Masthorpe: ¿Qué?... Si, y la isla
Rostros confundidos


Ese mismo día organizó al grupo de sesenta hombres, que ya le eran adictos, menos yo mismo: me uní al grupo de Masthorpe por un malentendido. Le había dicho a Amelia que iría a la reunión del grupo de los sesenta solo para evitar acudir a la presentación de su libro. El resto fue fingir. Ya había tenido que simular ataques de tos frente a ella y ataques de nervios, porque también había faltado a su cumpleaños. Entonces me había unido a esos sesenta integrantes de un grupo... ¿Qué? ¡Ah! Que se llaman "Hijos de la novia". Si: los sesenta hijos de la novia, a los que me había unido; los perfectos sesenta hijos de su novia: entonces yo mismo ya era un hermano, un novio, un psicópata incestuoso más. El libro de Amelia, por su parte, era tan malo que siempre hacía alerta de estar dándole información a sus lectores: si aparecía un hombre que era el primo del protagonista, el hombre tenía que dejarlo muy en claro, como si mirara a la cámara. Se vendió muy bien en la librería del cementerio, pero esta vez los muertos no tenían nada que ver y la circunstancia de que la librería estuviera exactamente a media cuadra del cementerio no aportaba ninguna sorprendente interpretación, ni para el libro ni para Amelia: así de aburridos eran.


El Capitán Masthorpe tomó los peones que vio en su camino: tenía a su disposición vehículos y armamento suficiente para matarlos a todos. Quiero decir, para sobrevolar la isla. Previsores alfiles y reinas aguardaban al final de la trayectoria. Días después, Anthes Masthorpe aterrizaba en la isla, junto con un grupo de sesenta hombres, que se dieron por llamar "Hijos de la novia". Nadie los vio llegar porque porciones variables de Maldicha son unas de las pocas espaldas que le quedan todavía al mundo. Nadie de los cuarenta y nueve habitantes que mantienen el pie en la isla. Se pusieron a cenar antes de la cena. Los preparativos en el arte de la guerra y en el de la política son necesarios, porque en estas materias triunfa la previsión: el que ya jugó antes es seguro que vencerá. "Aunque dos no puedan vencer, como en el nacionalismo. El nacionalismo es la serpiente que se come su cola. Para un nacionalista no hay nada mejor que un antinacionalista... en otro país", me gusta la frase: está en la película "El vengador", me encanta esa película. Pero regresando a los preparativos: son francamente aburridos. A decir verdad, solo uno o dos hechos son verdaderamente interesantes en la toma de la Isla Maldicha. La noche de llegada, los sesenta y uno hicimos un fuego y cantamos, por no decir que comimos. Después de unas horas, el alcohol había diezmado al grupo, que ahora se dividía más en acostados, alejados y enfurecidos que en hijos y novios. Yo estaba sentado al lado del Capitán Masthorpe y no respiraba, porque así se debe con los grandes. A lo lejos, uno de los borrachos había derramado el vino sobre otro, pero solo uno había sacado la daga: y no era ninguno de los dos anteriores. Los otros se prestaron para el duelo, que es una necesidad estética del mundo o de Dios. Cuatro más empezaron como espectadores pero se unieron. Una vez me había pasado en el teatro, en una obra romántica. Comenté en voz alta que debíamos amansar a las fieras antes de que debiéramos empezar a contar por los padres, a falta de hijos. O quizás también por las novias (esto no lo dije). El Capitán preguntó si de verdad podía verse todo eso. En ese momento no me molestó: pero un cambio comenzaba a operarse en él. Esa misma noche me desperté por un sueño. Salí de mi tienda para comprobar que este no fuera otro de Tus sueños perversos, otro de Tus diálogos. Había un murmullo que matizaba la noche. Venía de la tienda del Capitán: había una conversación. El episodio no me cautivó en ese momento y solo puedo recordarlo parcialmente. Cierto es que hablaban muy bajo. Pero hubo una línea que seguramente iba dirigida a las presunciones historicistas del Capitán:
- El Teniente Duran estaba "grgrPensando" algo al viejo estilo (¿)Tratado de Tordesillas(?!!)... Pero no lo sé, Masthorpe. La gente es mucho más simple que eso- Se detuvo- A excepción de los pie plano valgo, claro. Ellos no lo soportarían.
- ¡AH! Son de lo peor.

El Capitán no se oía mucho. Sus palabras debían ser gestuales y de prórroga. El otro le contestaba, o tal vez, simplemente, seguía hablando.
- Ahora es imposible detenerse. Nos costaría un año volver a localizar la isla.

El interlocutor tenía razón. Las mismas fuerzas magnéticas que hacían de la isla una zona geopolíticamente ignorable, diplomáticamente sorprendente y comercialmente deudora, tardarían en revelarnos la ubicación total del territorio una vez que nos hubiéramos marchado, por las leyes físicas ya conocidas. Volver era ahora mismo una concesión del azar: ningún camino de vuelta parecía surcar el lomo de la isla. Recuerdo que Tony Buda (¡Bdaaaaah!)* me observaba en ese momento. Disimulé mis pretensiones y volví a mi tienda a dormir. 


Me desperté a la mañana siguiente con la inquietud de no haber dormido por haber soñado. Los isleños, que eran solo cuarenta y nueve, estaban reunidos en el Congreso. Era una de esas poblaciones en que resulta más fácil que los políticos caigan sobre si mismos. Nos hicieron formar en las colinas circundantes: nunca vi unas tan feas; eran de trazo apresurado. Nos habíamos escondido detrás de ellas toda la noche. Ahora el sol unitario nos enfermaba. Tony Buda me dijo que a la madrugada un tal Stetson se había acercado a nosotros, mientras nos entregábamos a los mazos o dormíamos. Stetson había revelado que los isleños se reunirían en Congreso y que ya sabían de nuestra presencia en la Isla, pero como estaban desarmados y eran liberales, habían decidido simular nuestra ausencia para salir del paso. Lo miré a Tony Buda tal como miraban las mujeres árabes a sus maridos: disfrazadas, descreídas y respirando por la boca. Unas horas después traían al Capitán Masthorpe a los empujones. Tony Buda me lo dijo: el Capitán había tenido su Momento. No era la primera vez que pasaba en la historia de la humanidad. Anthes Masthorpe, que había cultivado desde su niñez una intransigencia nacionalista, o que simplemente se había dejado estar, estaba ahora ajeno y no recordaba los fundamentos de su existencia. Lo supieron cuando le preguntaron su nacionalidad, tal como el protocolo indicaba: Masthorpe habría balbuceado, pero según muchos habría dicho que era de los holandeses, que siempre fueron unos frígidos. Jamás voy a entender como las personas pueden sufrir un descuido así. Napoleón sufrió uno de ese tipo antes de la batalla de Aspern-Essling, cerca de Viena, la que espera; se tradujo en un receso de dos meses hasta la batalla de Wagram, en la que venció, pero sin saber exactamente lo que hacía; estos recesos, no poco frecuentes en la historia, son aprovechados para visitar a la familia (una familia cualquiera), intercambiar piezas metálicas o disputar torneos de fútbol, tal como Paul McCartney nos enseñó. También Lawrence de Arabia sufrió uno. En verdad fueron los allegados de ambos quienes continuaron la tarea a partir de las ideas que estos hombres habían registrado por escrito, los comentarios en secreto y las bromas casuales. Ambos pudieron vencer y sus derrotas finales fueron producto de imprevistos como el invierno o una motocicleta (que apareció en la historia súbitamente). Incluso Erwin Rommel, el mariscal alemán, se indujo a sí mismo a uno de estos estados, por la superstición de que tanto Lawrence como Napoleón los habrían sufrido y habrían logrado así la victoria, que es también una superstición. Desafortunadamente, una vez inducido, su padrino y su tío se guiaron, para continuar su tarea, por la producción satírica de Erwin, guardada en un cajón, lo que los condujo, de pronto, a una conspiración con el bando de los Aliados. Hasta hay una explicación de los elefantes de Aníbal, por medio del concepto de la "Pérdida de los fundamentos de la existencia", y el potencial etiológico se ha extendido a los campos de la teoría literaria ("El salto Shakespeare-Marlowe" de Josefina Ludmer) y de ciencias. El Capitán Masthorpe completaba la lista y conseguía la fortuna de Napoleón y Lawrence, aunque jamás en lo literario. Al final del día, Masthorpe había reducido a los cuarenta y nueve habitantes de la Isla Maldicha. Si hubiera estado en sus cabales... ¿se hubiera alegrado de la desgracia de estos hombres? Si. Pero ahora el objetivo de destruirlos le parecía tan desconocido como el de recuperar la Isla Maldicha, o la Isla misma. 


Una curiosa aproximación a la guerra puedo ofrecer con la cómica versión de lo bélico que los hombres de Masthorpe ofrecieron: la batalla fue coreográfica. Se usaron dagas, por voluntad estética, y los hombres parecían bailar entre ellos, tal como se ve en las fotografías. Yo digo que Dios, en verdad, si escribió este episodio lo debió nombrar "una danza": la guerra, sus atributos y sus antecedentes, eran una voluntad interpretativa de los hombres. Debimos traer de regreso al Capitán, que estaba urgente. Durante tres meses no hemos hablado de esto con nadie. Hasta hoy, que nos reunimos para esto. Espero que el griterío y los insultos que lancen no sean los que al final juzguen, como criaturas infernales."

Cuando terminé de leer, mucha gente terminó de hablar. Nadie insultaba y nadie gritaba.

- ¿Usted dice que usted pensó que era momento de decir algo? Usted está aquí porque el Congreso se lo pidió.
- Sí. Pregúntele a Amelia, estaba con ella cuando lo escribí. O todas las veces que escribí.

El hombre se acomodó los anteojos para no decir algo. El Capitán Masthorpe estaba a un costado, pero adoptaba la postura requerida para una cena... en un crucero... con música lounge. Amelia estaba a mi lado y sacudía el pulgar, como en otras tribus de primates. Tony Buda había puesto una cara, pero solo porque aprobaba que lo mencionara en el relato. Volví a sentarme. Los hombres continuaron hablando. Amelia no solo me susurró algo, sino que acercó su pico para que su chasquido se hiciera reconocible en el oído interno y me invitó a la presentación de su nuevo libro. Este tipo de atención era el que Amelia le prestaba a la gente mientras leía, era una lectora narcisista. El libro no era mejor que el anterior y su presentación era mañana. Pero tampoco me suscribiría a la Revista Caras para evitar ir. Me hizo una reseña del volumen: cómo algo podía prometer tan poco, ¡tan poco para el futuro! (tampoco para el futuro), parecía que su libro saldría a la venta en un territorio del Apocalipsis. Aunque no quería ofenderla, me disculpé diciendo alguna cosa: que estábamos en sesiones y era necesario escuchar. O fingirlo.
______________________________________________________________________
*Señalé a Tony y sonreí. No sabe que tiene mal aliento y van a echarlo del trabajo.
"

Esto escribía Él sobre las sesiones del Congreso. Yo también estuve ahí y sufrí con ellos. Los hombres del congreso discutieron: ¿se podía decir que ahora estaban por encima de sus enemigos o no se podía decirlo? Estar mejor en cuanto a ser honorable. Los que se acordaban de la Isla no eran tantos como se pensaba, y muchos se repartían cosas que Masthorpe ni siquiera se imaginaba. Después discutían la cuestión de los isleños: de si debían perdonarlos o transformarlos, que no resulta en "convertirlos" sino en una mirada más comercial referida a las materias primas. Esa gente había vivido allí durante muchos años: lo que dura una vida. Pero era más relevante que sus antepasados también hubieran vivido allí. Muchos consideraban que al no compartir la nacionalidad, debían eliminarse. Para otros, los isleños podían aprender: con cursos y tarjetas graciosas; pero los primeros negaban categóricamente la posibilidad de un aprendizaje de la nacionalidad.

- ¿No se aprende?
- No.
- Entonces no se adquiere ¿Y entonces para que se fomenta?
- Se perfecciona.


Yo iba tejiendo las frases tal como se iban conjugando en mi cerebro: como capítulos de Lost; por pura fe. Se me iba revelando por etapas.

- Pero, Hugo ¡tus propios padres son inmigrantes! Hay dos opciones: o ellos aprendieron o no, pero era conveniente que los echaran del territorio.
- Si, si, eso. Lo segundo.
- ¿Soy el único que ve la paradoja?

El pequeño Hugo o el Gran Hugo jamás hubiera nacido en este territorio: es que yo pienso que cada hombre, antes de nacer, parece siempre correr el peligro de tener una nacionalidad o también otra. Pero afortunadamente, una vez que se nace ya se ha asentado. Para la siguiente pregunta hubo un empate: la mitad consideraba que la decisión debía basarse en un atributo como la nacionalidad. No lo mencionaron, pero también creían que debían rendirle culto, esbozarla, representarla en íconos, hacer canciones y administrar, según ella, su sistema de afectos y predilecciones, como la tarta de ciruela. Todos miraban a Hugo y lo aprobaban calurosamente. Todos ellos, auténticos religiosos, habían dedicado su vida a ser nacionales o a hablar como nacionales. Es curioso que todos ellos consideraran inherente una propiedad, apenas, como la nacionalidad, que estuvieron a punto de perder hasta... digamos: hasta antes de vivir. Es curioso pero si los padres de Hugo se hubieran quedado en Francia, hoy Hugo sería su peor enemigo. O simplemente Hugo el Francés. El gran Hugo el francés. De todos modos, habría una importante posibilidad de que Hugo el francés no conociera el sistema electoral de su país (el otro Hugo lee mucho), o que no hubiera leído la constitución, como le sucedió al 80% de la población mundial. O sería posible que Hugo el francés hubiera votado en contra de su gobierno actual, en su realidad paralela. O que ni siquiera hubiera votado. O que ni siquiera se sintiera francés: solo un poco. Hay una posibilidad de que Hugo el francés sea un perfecto Hugo, tal como lo conocemos y lo tenemos: nacional. En el fondo sería bueno. Mi propia versión francesa también se acerca bastante a esta que soy. Son casi idénticas. Claro que Hugo no apreciaba esto ni apreciaba la posibilidad de ser un cerdo francés: pero, como un perfecto Hugo, tenía más posibilidades de acercarse a la primera y quedarse esperando en esa fase del horror. Años y años de medidas para defender un espíritu nacional que solo pudo venir después de años y años de descuido nacionalista por parte de otras culturas anteriores y suicidas.


- ¿Cuál es? ¿Cuál es la paradoja?


Como no le contesté, siguieron la conversación. Uno de los ejes fue Stetson, el traidor. O Stetson: el leal. O quizás Stetson: entre dos mundos. Algunos pensaban que había que castigarlo por traidor, otros pensaban que había que castigarlo por leal. Otros lo premiaban por traidor o lo premiaban por leal. Este Stetson ha sido un verdadero tipo. La próxima discusión que esta gente tiene se centra en la posibilidad de purgar el territorio de la Isla para evitar el contagio. Collins se me acercó y me preguntó por mi actitud. Le refresqué todas mis opiniones que tanto lo escandalizaban. Collins no se escandalizó, pero me miró fijamente. Después me preguntó si conocía otra forma de hacer las cosas. En un grupo de millones de miembros, en diferentes lugares, con diferentes fronteras, con diferentes horarios para televisar la final de un concurso de canto, si ahí había otra forma de hacer las cosas. Yo no respondí, pero para no hacerle perder tiempo. Collins es de lo que trabajan y yo soy de los que dudan. En el medio, alguien tiene que tomar las decisiones. Afuera en la calle, los ánimos no han cambiado. Nadie conoce la Isla, como antes, pero un poco menos que después.



Algunas vidas sobre nosotros- Parte I: Biografía, opiniones e higiénico uso del Backgammon


""Entre los hechos que actualmente suceden y que son de interés general (pero que también son higiénicos), hay tan pocos como cinco o seis: y sí, cualquier hombre podrá anotarlos en su biografía sin ser arrastrado por la intensa ola de enjuiciamientos que algunos productores de televisión han desatado para asegurarse la novedad estética de unos personajes. Por ejemplo: preservar el personaje de Margaret Thatcher, frente a su homónima, quien actualmente vive en Inglaterra y se vio obligada a renunciar a las cualidades y condenas populares que tan dedicadamente le atribuían, cuya novedad vital ha expirado... notablemente. De aquellos hechos de interés general, el más aburrido es quizás el de la toma de la Isla Maldicha, por parte del Capitán Masthorpe junto a sesenta "integrantes de un grupo". A estos integrantes de un grupo, un mejor nombre no se les pudo hallar luego de varias búsquedas en enciclopedias mitológicas en alemán: en verdad, que fueran todas mitológicas sería una contingencia; el idioma era el factor delirante y pegajoso que los guionistas estaban buscando en el nombre de estos, los sesenta ¡amigos ellos! los integrantes. Estos integrantes nunca fueron soldados.

El hecho de la toma de la Isla Maldicha es breve o no, según la perspectiva histórica o psicológica. No es particularmente emocionante y puedo quedarme dormido. Pero solo ahora me cuestiono si tal vez ya sea hora de decir algunas palabras sobre el tema: ahora que Amelia lo menciona. Estas palabras serían unas palabras divididas en tres secciones. Serían palabras que empezarían como un fragmento melódico y monosilábico para después abrirse en un texto melancólico (en décimas o no) para terminar con la entrada en escena de todos los miembros frenéticos, que repiten un estribillo al pasear el campo de batalla que ya es materia del tiempo y, entonces, de los cuervos. Quiero decir: tal como sucede en la rumba. Un amigo mío bailó la rumba durante su juventud: en Bulgaria. El baile era subversivo y alguna gente que, según creo, era malvada, intentaba detenerlos, supongo que con escobas y también con bastones que usaban para picarlos: solo pueden ser ancianos quienes osen detener a los de la rumba, o simplemente gente con riesgo cardíaco. Nadie lo creería, pero la rumba búlgara era como el rock psicodélico, pero sin Jimmy Page: quiero decir el propio rock psicodélico sin Jimmy Page. Aunque, hay que decirlo, los de la rumba serían más conservadores que los hippies. Nadie lo creería: los de la rumba eran, de hecho, trabajadores rurales y conservadores que se tomaban un rato libre, quizás cuando tocaba la campana, para expresar su disconformidad bailando la rumba... Pero, ¿cómo podrían estos búlgaros querer ser infelices y bailar la rumba al mismo tiempo? No lo saben. Y aún peor: ¿quién podía pensar que esa gente estaba siendo subversiva mientras la bailaba? Tal vez los ancianos de los bastones solo pretendieran fomentarla y perfeccionarla, al tiempo que causaban heridas de tercer grado. O, al menos, eso es lo que deberían haber interpretado los mismos subversivos de la rumba, en lugar de sentirse como unos perfectos subversivos... ¿De otra forma, cuál sería la lógica de estos búlgaros opuestos al progresismo y contrarios al aborto? ¡¿Cual era esa?!... O la del Capitán Masthorpe ¿cuál era su lógica?

Volviendo a los negocios: es urgente que vuelva a hablar del Capitán Masthorpe y sus hechos. Nunca nadie tardó en pensar que el Capitán, ideólogo de la toma de Maldicha, ejecutaría ese movimiento: cuando lo preguntaban en concursos televisivos, todos lo contestaban bien. Que Masthorpe tomaría la isla era tan predecible como el 50% de las películas de final sorprendente. La toma de Maldicha era de esos puntos de la historia cuya sucesión no estaba sostenida por un acto de fe o por la asistencia de todas las causas, sino por la precedencia de los hombres, quienes obviamente ya sabían lo que vendría y estaban sentados o aburridos, esperando. Es que el capitán Masthorpe era tan nacionalista que era extranjero: una vez habló de nuestro país y lo felicitó Nigeria. A muchas personas les costaba reconocer a nuestro país en las palabras de Masthorpe: la gente debía preguntar y otros le respondían: "Sí, está hablando de nosotros": estos que respondían no eran improvisados pero tampoco eran opiómanos; después de sus respuestas, ya nadie podía sentirse externo a cualquier cosa. Las palabras de Masthorpe se asemejaban a las de los nacionalistas rusos y de tantos otros países, aunque traducidas al sueco solo pudieran pertenecerle a un extremista budista: Masthorpe no sabía mucho de historia pero no la necesitaba. Cerraba sus diálogos tocándose la barbilla. Confiaba mucho en su propia nacionalidad y atacaba a españoles, guaraníes, franceses y cualquier pueblo en general que hubiera colaborado en su surgimiento pero que se hubiera resentido lo suficiente como para atrasar su aparición, la de esta nacionalidad que Masthorpe aconsejaba, la nuestra. Criticaba mucho a los suizos, que inventaron el formato "colmo" para el chiste, ese que empieza: "¿Cuál es el colmo de...?". A Mathorpe los colmos le parecían especialmente tendenciosos. Masthorpe era tan nacionalista que era extranjero. De hecho, oscuras fuerzas sugirieron la posibilidad de que fuera holandés: los holandeses han acostumbrado ser buenos argentinos o ingleses, porque como holandeses siempre fueron unos frígidos. Los argentinos, en cambio, sirven como argentinos, pero también como chilenos o brasileros (después de un litigio) o como uruguayos (con la independencia). No corren la suerte de los suizos, que serían unos perfectos Bárbaros. Ni de los mexicanos, que en realidad solo fueron buenos como aztecas. 

El capitán Masthorpe tenía muchos méritos en su carrera y ahora la gente le decía patriota. De otra forma hubiera sido un simple militante: "Capitán Anthes Masthorpe: de nueve a quince, militante; de catorce a veinte, repostero", así es como Masthorpe firmaba. Esta firma explicaría la tendencia evidentemente compasiva de sus llamados "gestos dulces de última hora" (como en aquel día, a las catorce y cincuenta y nueve, cuando ya teniendo que volver a su casa y en la intersección entre el compromiso político y el pastelero, liberó a esos presos canadienses que ofrecían sus servicios simulando ser ingleses). De hecho, Masthorpe, militante, se dedicaba a detener a gente sospechosa de violar el sistema de nacionalidades, porque eso es lo que uno suponía que hacía un militante, así que Masthorpe aprovechó la ocurrencia del pueblo. Entre los méritos que hicieron de él un patriota está la exterminación de unos extraños personajes que aparecieron en nuestro país espontáneamente, sin conexión probable con otro y que intentaron desplazarse libremente por el territorio, ¡cómo si para ellos no hubiera regla alguna sobre ser países! Uno de ellos, de hecho, intentando imitar mis formas, fue el verdadero autor del texto de la entrada "Precursión", que luego yo copié y publiqué sin respeto por la procedencia interestelar de las palabras. Su autoría era, sin embargo, notoria, con ese estilo de sorpresa por el lenguaje que notaron algunos comentaristas y que relacionaron con cierto carácter de algunos extraterrestres que no tendrían lenguaje desde que prescindían del tiempo y de los que nada se sabía hasta el momento: esta raza no había existido necesariamente. El verdadero autor de mi texto, junto con el resto de su especie, fue liquidado por el método indoloro de una paradoja temporal. El Capitán Masthorpe la había promovido.

Tiempo más tarde, el Capitán repudió internacionalmente aquel libro que Mariah Carey, "la extranjera", publicara después de pasar dos años en el gimnasio. Se titulaba "Skinny like me"(2011) y en él hablaba de los niños hambrientos ("pero flacos") de "África y lugares". Mariah ingería la hipótesis de que "quizás nada malo" (p.2) hubiera "en ellos" (pp. 67-68) y exigía que se los dejara vivir en paz y delgados. Pero en realidad, pensaba que "hipótesis" (hypothesis) era un tipo divertido de vegetales. Masthorpe, indignado, le reclamó: dijo que sus propios niños nacionales eran increíblemente mejores y más hambrientos. Mariah Carey se mostró sorprendida. Masthorpe, entonces, la acusó de afrancesada. Mariah no contestó en ese momento: estaba atendiendo asuntos en las Islas Canarias. Masthorpe supuso que la discusión había acabado y que él había vencido por inasistencia. Así también se solía vencer a la muerte, según Masthorpe.

Además, es sabido que Masthorpe adhería al fomento de la nacionalidad por medio del método de la escolarización, con resultados impares. Desde siempre, Masthorpe prohibió la música en otros idiomas, a excepción del danés, mucho más simpático. En realidad, Masthorpe no tenía facultades o cargos públicos que le permitieran imponer la medida, de manera que aprovechó el respeto que la gente sentía por él, que era casi cultural o nacional ¿Qué seríamos sin él? Mucha gente respetuosa adoptó la medida y entendió cada una de las palabras que escuchaba en sus canciones favoritas, con excepción de algunas de origen danés. Esta gente también decía que una canción o una película era "institucional", en lugar de "bella". Con el tiempo ambos términos se asimilarían. Por otro lado, debo al Capitán Anthes Masthorpe y sus amigos el cultivo de un sentimiento inédito, pero un sentimiento que, en teoría, ya estaba latente en mi, aún cuando no estaba (a veces). La metafísica cristiana nos pareció mucho más elemental después de eso. Este sentimiento era el sentimiento de todos los nacionales. Este sentimiento estaba formado por la consistente seguridad de que a todos los nacionales nos unía el sentir que nos unía el tango. No. Que no se me malinterprete. Claro que no todos lo tocábamos, ni lo bailábamos, ni lo escuchábamos: ni siquiera lo hubiéramos reconocido en un concurso de preguntas y respuestas; al principio, nuestros antepasados lo hacían; al principio nosotros lo hacíamos, pero con el tiempo hubiera sido una redundancia. Pero el sentimiento parecía ser más fuerte. Todavía me acuerdo de los hechos de pasión que rodearon a la manzana de la época de mi niñez, y a mi, y a todos mis compañeros, y al descubrimiento de este espíritu nacional del tango y cosas. Solo el pequeño Ínfimo terminó siendo Kantiano (había entendido mal).

{Maestra: Niños, recuerden, la República está justo en el centro de su pecho. Del pecho.
Ínfimo: Maestra, creo que puedo sentirla.
Maestra: Oh, no, Ínfimo. Lo tuyo es una arritmia. El resto lo está haciendo bien.}
Si. Y de verdad que hacían.

El Capitán Masthorpe, finalmente, era considerado el mayor conocedor de perfiles nacionales. Sabía desde los perfiles más populares y conocidos, como el perfil de un inglés, de un francés y el tan conocido "Perfil de un Búlgaro", basado en un amigo. También otros como el de un serbio o el de un malgache, de más difícil acceso porque tampoco es que se los odiara tanto. En base a sus conocimientos, se promulgaron leyes que regían sobre perfiles nacionales. Algunos de los nuestros fueron castigados por suizos. Hay que ser justo y reconocerle a Masthorpe que jamás había salido del país: había aprendido estos perfiles mientras jugaba al Backgammon en Internet. Entonces era una fiesta verlo decir: "Oh, ese es un clásico chino". Y verlo decir: "Típico movimiento de un turco". O también: "Oh, no". Masthorpe no ganaba muchos partidos, y jugar era un efecto colateral de otra misión: la de averiguar perfiles que ya he explicado, ¿no?... Sí. Una vez predijo una guerra civil en Marruecos, después de jugar un partido contra un algeriano. Todos lo festejaron, incluso nuestro primer mandatario, que es una mujer, y tuvo que hacer la fiesta. La predicción no tuvo influencia alguna en el desarrollo de la guerra civil. Masthorpe siempre fue imparcial en asuntos de otros, de aquellos que no podían convertirse en nosotros.

Partida de Backgammon por internet entre un comunista y un cerdo capitalista


Partida de backgammon contra un suizo de esos

jueves, 19 de enero de 2012

La cena- Parte II: En donde "una persona" resulta no serlo, se hacen puntos y gente baila

Claramente las cenas no pueden estar hechas para sus anfitriones. Quiero explicarme: consideremos al ánimo por organizar fiestas como si fuera una religión totalmente hipotética. En esta religión, la celebración sería el rito central y sus fieles deberían congregarse a recordar un sacrificio y a comer bocadillos bajos en caloría para obtener... digamos... por ejemplo... ¿el perdón? De acuerdo, quien celebre la fiesta, el anfitrión, quien ponga el cuerpo para el martirio, ese será el sacrificio. Además, en esta religión hipotética, también la muerte debiera ser ilusoria para impedir que los fieles inicien una "Carrera del bocadillo por el bocadillo mismo", carrera a la que una muerte impostada podrá devaluar con la posibilidad de un terreno futuro y sin duración al que los hombres puedan derivarse después de ella (y no me atrevo a decir: "después de muertos"). Más allá de eso, el anfitrión (es seguro) inescrutablemente, siempre se sacrificará. Ya lo dicen las leyes físicas: no puedes ver tu espalda en el espejo. Necesitaras otro espejo, quiero decir, otra fiesta. Múltiples veces pensé en la posibilidad de planear con otra persona o funcionario público dos fiestas separadas que en el día previsto se confundieran accidentalmente, por movimiento de placas tectónicas, o simplemente por descaro, pero sin que perdieran sus esencias divergentes, como en el Minotauro, o en la constitución de los argentinos. Mi intelecto piensa que está de más decir que todas las veces, este proyecto fracasa en mi mente, como en los libros incontenibles del poeta, que siempre derivaban en situaciones de muerte de sus personajes y que excedían su voluntad. Todo esto me arroja a decir que el anfitrión siempre descarta un fin festivo. Su foco está puesto, primero, en la filantropía y en cupones de descuento. Después, en un momento posterior, el momento premiado en el que se libera de la carne, suspendido, volador, ergonómico: cuando se sienta en el sillón, cerca del fin, y disfruta de la compañía impar de su gato, que puede llamarse Zeus. Quiero aclarar que es una inconsecuencia clasificar este momento dentro de "Momentos de flojera", tal como una mujer hizo.

Un acto de fe sostiene siempre al anfitrión: fe en que sus convidados indefectiblemente necesitarán de él. Por primera vez en la historia de las religiones, ese acto también lo lleva al desaliento. El pensamiento del anfitrión es esencialmente subjetivo: va a creer que mientras no les dirija la palabra, los convidados permanecerán en una situación transitoria de inestabilidad antes del desastre, en un grado de imbecilidad que nadie sabe cómo, pero solo puede haber ocurrido después de años (interminables en diez) de latifundios y explotación gubernamental en la región Central de África. La región central de África es su modelo. Algunos otros, también describen este estado de los invitados como "el del gato en la caja". El pensamiento mágico del anfitrión lo convence de que los bellos durmientes solo durarán en la fiesta mientras acuda a ellos a despertarlos o a devolverles la vida, (¿acaso estaban muertos? ¿estaban inconscientes? ¿EN UN PARAÍSO FISCAL?). Por eso se dividirá el tiempo entre diversos grupos de personas, correrá para preguntarles, para "compensar el tiempo perdido", entrometerse en conversaciones ligeras que lo exceden o para intentar retomar el ritmo del relato de Ana sobre su vida, aunque que sus hermanos la hayan "vendido como esclavo a los egipcios", no puede resumirse, ¿quién puede retomar una venta de esclavos? Bueno, mientras soy el anfitrión, creo que puedo. Y ahora, como les decía, me dispongo a operar recorriendo la fiesta por grupos. No puede menos que conducirme a algunas anotaciones interesantes:

- Pero era necesario averiguarlo, aún cuando la forma no fuese la ortodoxa, ¡la creación del mundo no lo fue al principio! ¿o si, Harriet?- Tony Buda le dice a un grupo de personas

En ese momento, mi oportunidad:
- De hecho, el principio del mundo no puede ser distinto de una fila de cosas, una al lado de otra. Por ejemplo, es obvio que la mandioca, la tapioca y la carioca eran decididamente adyacentes en el principio del mundo.
- Ja. Ja. Muy gracioso, Idealista Irreductible. Pero estamos tratando un tema serio... Entonces, debía ir con ese tal doctor y disparar sin anestecia: "Oye, tú, ¿eres bueno?". Sabía que si me contestaba que sí, no podría confiar en él, por deshonesto. Pero si me daba una negativa, debía elegir entre la honestidad o la pericia. Era obvio que cualquier duda me iba a costar mi dedo meñique, y el doctor Reinier esperaba.
- ¿El doctor Reinier no es el actor que filmó "Trincheras de amor"? Y la otra película, una de guerra.
- ¡Trincheras de amor!
- Ja. Ja. Eso no tiene sentido, el doctor Reinier es conservador.
- Por eso mismo, ¿Es que nadie entendió "Trincheras de Amor"?
- Ja. Ja. ¿Podemos concentrarnos en mi maldita historia?
- ¿Estás anotando esto?
Le digo que sí:
- Sí.
Pero las dos cosas pasaban al mismo tiempo.

Me alejé. Otros grupos parecían estar haciéndolo mejor:

- ...en cambio, del otro lado yo pondría: la película de Bambi, la visita del Papa a Sudamérica y el mandato del Führer y su persistencia. Cof, cof.

O quizás, no. De ahora en más, silencio. Élide, quien (además) no termina de toser una oración para tropezarse con la otra, está lo suficientemente convencida de su vida como para pensar que pueda haber siquiera leves variaciones en el nivel de adecuación contextual de sus frases. Élide está lejos, invisible, casi inaudible, de creer que sus opiniones puedan funcionar como parámetro de clasificación del mundo. Antes clasificará por otros parámetros, como calidad de las uñas, calidad del pelo, pero sobre todo (y con ánimo de resumir) calidad de éxito en el trabajo. Después, claro, está la cuestión de los fetichistas de pie, pero mencionarlo me resultó trillado. Es mi turno de salvar la conversación, es que nadie soporta la aversión de Élide por los fetichistas de pie ("Están en todas partes"):

- ¿Y qué me dicen de esas frases hechas? ¿Acaso tienen una puntuación específica? "Miente, miente, miente. Y algo quedará", ¿la puntuación no es absolutamente patética? ¿refutadora?

Nadie me contesta. El señor Masthorpe observa. Hansa Kruger levanta una ceja. Élide Viamonte tuvo herpes los últimos cinco meses. Ahora que leo lo que anoté esa noche, le agregaría algo. Veo que la responsabilidad de un anfitrión es casi divina. El anfitrión, en una primera etapa de selección, elige un escenario, o lo alquila, o simplemente desencadena una serie de llamados sorpresivos y con fallas de transmisión que indefectiblemente hagan converger a una cantidad (elegida) de gente en un escenario increíblemente más ameno: la casa de mi vecino. Después elige las bebidas, la música y el resto. Las personas ya han sido seleccionadas. Aquella, amigos míos, es la responsabilidad mayor. El anfitrión colocará en un espacio reducido y con ventilación defectuosa a una serie, en principio, inclasificable de individuos. La segunda etapa está ya echada y es de ejecución. El anfitrión los verá interactuar. La más mínima falla en la elección podría desatar un desastre. Pero el anfitrión ya no tendrá las facultades precisas para recoger el rumbo de la fiesta, ahora sobre la alfombra. En una figura divina se convierte uno, pero no en Dios: la obra no tiene plan ni corrector. El anfitrión, cuando la cinta corre y la fiesta está en marcha, piensa que todo depende de él, pero ya estaba perdido. Y así, quienes fracasan en la primera de esas etapas se convierten en Woody Allen o en directores de cine. Quienes fracasan en la segunda, después fracasarán en la primera, y también son Woody Allen. Aunque es evidente que Woody Allen ganó alguna vez en sus fiestas, miembros de una organización dijeron que su destino ya estaba escrito y fechado. La reflexión podrá ser acertada, pero son estos bocadillos los que me mueven la conciencia. Mientras la reflexión duró, nada se escapó de mi visión, todo quedó suspendido.

La campana del timbre, salvadora. El hombre de las bebidas está ahí, por mera circunstancia argumental. Vuelvo a entrar a la casa rápidamente cuando descubro que me falta dinero. Hans Krimer me ve entrar: "Te ofreció uno de esos... "préstamos", ¿no?... pero no tenía dinero encima, así que te pidió un préstamo para su préstamo, ¡Oh, increíble! Haré una película sobre esto". Hans está viejo, por eso piensa que, después de algunas décadas, el mundo no puede ser mucho más que él mismo y el compendio de situaciones que inventó o vivió durante esa estadía en el infierno. No está de más decirlo: Hans Krimer SÍ hará una película sobre esto. Despachar al repartidor es simple cuando no está ofreciendo un préstamo o algún paquete ilegal, ¿cómo se responde a esas ofertas? La máxima autoridad moral (porque va a recibir el dinero) de pronto se degrada para dejarnos ser un poco mejores, ¡quién no puede negarse! ¡uno no debe avergonzar a la ley! ¡estar encima de ella!

El cuadro de la habitación no ha cambiado en lo sustancial. Nadie aprecia a Élide Viamonte. Hansa Kruger sigue pareciéndose al Papa. Y Tony Buda acababa de haber perpetuado en la memoria colectiva, una historia oculta de espionaje, conspiración y, tal vez, pasión. Está sentado junto a una mujer que puede ser despiadada. Ella está gritando, desesperada y haciendo movimientos espasmódicos. Creo que también llora, pero no podría decir si es jurisdicción de otra reacción. Cuando la mujer termina, Tony Buda se le acerca con la cara, aclara la garganta y dice: "Ahora sí". En algunas frases resume la historia de la mandataria, la muerte y la cirugía, y John Lennon, la que ya habíamos debatido tantas veces.

A partir de este momento, y por razones motrices, el relato se hace a partir del video que de la cena hizo Bellísima Grant. Tiempo después, todos están en la mesa. Un Espíritu sentado a la cabecera, pero uno no sabe cuándo está dejando de ser simbólico. Una mujer, de la clase de las celebradoras, celebra la película de Hans Krimer. Jamás aclararía a cual se refería, simplemente la llamaba "La Película de Krimer" y decía: "Nadie diría que fue filmada en los '40". La declaración nos había dejado mudos: ¿Era un elogio? ¿Era una frase proposicionalmente adecuada? ¿O era simplemente una mujer trastornada? Todos comen y beben: la altanería de un hombre mirando la obra continuada. Se piden platos y vasos. Yo celebro la paz en la mesa cuando Sylvan me pide un cuchillo, ensayo un monólogo nuevo: "¿Acaso no es verdad que nuestra vida es una eterna competencia contra los cuchillos, las tijeras y otros elementos punzantes que también mataron a un presidente? A la hora de abrir un paquete, un hombre no va a consultar con la tijera, va a usar sus uñas y sus dientes hasta que la presa desista. Al final del día podrá decir que ha ganado terreno en ámbitos que exceden sus funciones"...
...
Entonces yo me levanto y me marcho. Recuerdo que en ese momento había sonado el teléfono. Había atendido y me había marchado a un lugar alejado ¿o sólo había ido a la cocina? No sé si es cosa de todos, pero yo creo que el hombre entiende que puede morirse en cualquier momento, pero solo es consciente cuando habla por teléfono. Por eso es que tiene que buscar un lugar alejado. Y camina, el hombre camina mientras habla por teléfono: es una forma de reconocimiento del espacio breve de su muerte: "¿Un candelabro con tirantes deficientes? Eso tiene que doler... Un momento, ¿acaso eso es aceite? ¿Quién diablos dejó aceite en el suelo? Eso puede matarte". El teléfono despliega toda una serie de posibilidades auditivas... y empeña las visuales. Un hombre sabe que ha bajado la guardia mientras habla por teléfono. Pero si son paganos, basta una serie de movimientos elusivos, de recorridos acriteriales, de rondas pacíficas para marear a la Parca y desmayarla; el mismo desempeño se vio en Teseo. Otra hipótesis puede ser pretenciosa: el que habla por teléfono adopta la postura del loco; su interlocutor no está aquí ahora; los objetos de los que habla son invisibles; el que habla por teléfono tampoco focaliza sus pupilas. Ya no recuerdo por qué empecé a hablar sobre esto, pero, ahora hay silencio en la escena. Vuelvo a aparecer en ella. Recuerdo haber preguntado a Sylvan qué había pasado. Sylvan contestó: "Dijo la palabra. Buda dijo la palabra delante de Masthorpe". Oh, no. Hans Krimer sacude su cabeza. Élide Viamonte no es mejor que un perro. Un Espíritu es la tensión de los hombres que sacudiera a Ulises, que sacudiera a César, de todos los hombres. Sylvan se acerca a mi y me responde algo (que Tony Buda dijo la palabra, que dijo sobre Lars von Trier: "es solo un rubio sobrevalorado").

- Dices que... ... es... un rubio- Acota Masthorpe.
- Bueno, hay que pensar... es que... Si.
- ¿Y qué es lo que entiendes por rubio?
- Bueno, es que...
- Digamos que es solo tu punto de vista...
- Masthorpe, claro que solo es su opinión.
- ¿Por qué no lo averiguamos? ¡Podríamos hacer algunas pruebas...!
- Podríamos evaluar su descendencia, ¡tal vez ellos lo influenciaron!
- Es que no es rubio. No es rubio.
- Bueno, eso está sujeto a discusión.
- Y esa... es tu opinión.
- Yo creo que lo es bastante. Pero solo un tiempo.
- ¿Cuánto tiempo? ¿En su primera época? Es la menos rubia de todas.
- ¿Y qué me dicen de Morgan Freeman?

Masthorpe estaba a punto de saltar. Intenté con mi rutina sobre los cuchillos, pero nadie me
escuchó. Sylvan se acercó a mi y me lo dijo. Uno de los invitados, se había levantado y se iba. Era el reemplazo de mi Favorecedor, y había llegado con Élide Viamonte, "su cliente". Yo escuchaba a alguien gritar. Yo hubiera dicho que gritaba, pero ahora sé que estaba hablando en un idioma de Europa Oriental. Según dijeron, una relación de fraternidad ilusoria o no, lo unía a Lars von Trier. Sylvan me llevó hasta él.

- Pero ese no es un invitado ¡Es Rose! ¡Rose McCarter!
- Lo siento, Idealista. Rose nunca llegó a la fiesta. Su hermano se indigestó con camarones.
- Ese era el hermano de Jerry... ¿Quién diablos es Rose McCarter?

El extranjero desapareció. Recuerdo que olía a limón, como la mujer hermosa, pero solo era un europeo. Al menos todos lo habíamos pasado bien. Incluso mi Favorecedor, quien con ánimo final e inútil de ir a la fiesta, deambuló toda la noche hasta llegar a una casa luminosa de las dos de la madrugada. Tocó las palmas en el ambiente de borrachos. Las personas bailaron al compás y lo recibieron, un colorado, tres mujeres y el rubio de Lars von Triers, que visitaba el país. De más está aclarar que eso también era una película, y salimos en ella, mencionados por mi Favorecedor.

Hay algo extraño con los anfitriones. Después de todo, ya lo sabemos. Son el sacrificio. No hay mayor ánimo lúdico en sus fines. Su motivación es de los para-altruistas (altruistas que velan por el altruismo). Sus invitados siempre están muriendo. Todo siempre está a punto de fracasar para un anfitrión. Sin embargo, el anfitrión siempre guarda una última esperanza. No podemos decir que sea ilusoria. Está simplemente injustificada o no. Bien hacían los creadores de los Sims cuando tomaban como medida de una fiesta, un número exacto de horas. Recuerdo que cuando empecé a andar en bicicleta, no medía mi uso por la técnica, sino por la resistencia. Era una carrera agónica, un número de vueltas alrededor de la casa, como en el Imperio Romano de los últimos tiempos (los romanos inventaron también el concepto de "cuenta regresiva"). En esa agonía propia de las acciones que no le pertenecen al ser humano (como respirar bajo el agua, correr o ver una película turca), yo continuaba, allí donde otros no pierden el aliento. El justificativo: ninguno. O un momento futuro, impredecible, indefinible. También los anfitriones continúan celebrando por ese momento futuro, esa mínima esperanza ¿Acaso ese no es el modo de operar de los Testigos de Jehová?... AAAAh, los testigos de Jehová... ¿qué hay con ellos? ¿eh? Siempre pensé que ese era un apodo que otros les daban, pero hasta hace poco...

La cena- Parte I: Una postergación de un argumento

Mi querido favorecedor de tres años sueltos que no fueron guerra civil:

Aprovecho y le envío este mensaje. Resultaba que, de repente, cuando un día estaba cortándose por el color, el sol semilunar, como iniciando un paréntesis (porque los hombres viven de día y dos hombres no son distintos a la noche) y en un acto de ocultamiento final, nos ofrecía una nueva pieza para la fe en la humanidad: el secreto de su ojo, primero; después, la persistencia, en la otra cara de la tierra, en el otro hemisferio, de hombres despiertos que podrían llamarse entre ellos por nombres distintos (o por el mismo, pero sin darse por aludidos), es decir, la luz de su visión, en el mismo espacio de tiempo; por último, la seguridad del sueño, al que nos atenemos porque sabemos que los hombres, en la otra cara de la tierra, impedirán la destrucción del mundo y sostendrán la mirada (o no, pero no lo supimos). Entonces, en ese momento, recordé que me había olvidado de algo. El tiempo no será menor culpable que el destino o la pluralidad de las formas. Es que la memoria laberíntica fue construida como una serie de compartimentos entre corredores a veces clausurados. Dos cosas se derivan de todo ello: en primer lugar, que solo es cuestión de dar con los corredores indicados matemáticamente y desembocar (porque uno desemboca) en el recuerdo X; en segundo lugar, que la evolución natural no es mucho menos fetichista que nosotros. El recuerdo que buscaba, Favorecedor, era el de usted
(también uno deja morir a las personas que olvida) y en ese momento decidí que tengo que invitarlo a una fiesta, porque había algo que necesitaba pedirle y hacía mucho tiempo que no nos sabíamos. Vamos, venga a una fiesta.

PD: Aprovecho que voy a pedirle para pedirle el nombre de algunos ejemplares de ese género literario más o menos reciente de "Libros de Hastío" del que usted me habló hace meses, en los que el afán de identificar las emociones del protagonista y del lector (que ya había derivado en el terror), conduce a largas escenas aburridas, agotadoras pero, ante todo, que jamás voy a terminar de leer. Y pedirle también su casa de campo en La Florida. Adiós.

Idealista Empedernido
3/01/2012

Después de terminar de escribirlo, recuerdo haber pensado que mejor hubiera sido enviarle una de esas bromas por correspondencia, como la del cerdo y el canario, que no viola ningún acta barrial de las que firmaron todos, a excepción de los gitanos. A fuerza de metonimias y suposiciones, estas bromas, como la del cerdo y el canario, resultan ser en buena ley y hasta ocurrentes. Esas mismas metonimias, también provocan, para los afectados por las bromas, un brazo menos, o una pierna. Recibí la respuesta poco después.

Idealista incomprendido:

Leí eso recién ayer. Le digo que estuve averiguando y que es verdad que es probable que suene convincente que vaya a su fiesta. Después de todo y con la sinceridad de mi alma, creo no tener ninguna injerencia en ese nivel (no puedo tenerla). Solo soy un meteorólogo con una casa de campo en La Florida.
El favorecedor
5/01/2012

Querido favorecedor:

Antes de ayer volví de haberme ido antes de ahí y entonces empecé a contestarle ayer, pero le envío hoy y le respondo: Seguramente; claro, claro; todo sea por bailar la rumba.

PD: ¿Puede usted creer que nunca sé como puntuar las frases orales y las frases hechas? Es que solamente me gustaría saber sobre su casa de campo. Ni siquiera pregunto ya por los libros.
Pensamientos positivos
Idealista Empedernido
8/01/2012

Idealista Empedernido:

Lamentablemente estaré de viaje toda la semana y no llegué a leer su mensaje si no hasta el 17 de Enero. Enviaré a alguien que me reemplace. Espero que sea leve para todos sus invitados.
Saludos
El Favorecedor
9/01/2012

El favorecedor:

¡USTED NO TIENE DISCULPAS! perdón, estaba ejercitando mi tono declarativo. ¡Usted no tiene disculpas!, quiero decir (en un lenguaje menos lógico): usted no tiene que disculparse. En una ocasión va a ser otra ocasión y tal vez sea de reencuentro entre dos personas. Quizás esas personas seamos usted y yo, si la ocasión ya era nuestra (¡no hablo de ninguna ocasión en especial! Solo es una). La fiesta lo resentirá, la fiesta lo resiente y debo decirle que tendrá que haber lástima en torno a su ausencia, porque en el momento en que... Ya basta, me largo de aquí...

...ahora. Carros y multitudes se acercan a la casa. Todo sea para la fiesta. Algunos vienen desde muy lejos ("No estamos contentos"). Otros, simplemente y por contrato, son mis compañeros de piso. Muchos sólo pasaban para consultar una dirección y se retuvieron ("¡Por favor! ¡La boda de mi hermana es en solo una hora!").
Cenar en casa con los demás: quizás otro nombre para el holocausto del mundo, que según Hawthorne empezará en sus bibliotecas y en sus elecciones literarias (solo lectores de publicaciones mensuales se salvarán; hasta la propia Biblia terminó condenando a sus lectores). Primero llegaron los menos característicos, que solo podrán definirse por llegar primeros: irrelevantes. Bellísima Grant, después, llegó en representación de muchos, y estoy siendo lo menos literal que me permite la teología. Hans Krimer y su tropa se dejaron ver un rato más tarde. En cambio, según supimos, Un Espíritu ya estaba allí desde hacía tiempo y contra su voluntad, por meras necesidades argumentales (que, debo aclararlo desde ahora, no toman cuerpo en el desarrollo de la fiesta). Quiero decir, Un Espíritu ya estuvo allí, desde cuando nadie lo vio entrar: "Los estaba esperando desde hace años", dijo. Pero, ¿Qué es lo que se propone? ¿Acaso sería una metáfora del tiempo en la creación artística? "Si", dijo.

No tardan en seguir: una mujer que es Rose McCarther, luego Élide Viamonte (anti-fetichista de pie), luego ¿Hansa Krüger?, pero se suponía que vendría con la tropa de Krimer. Otros llegaron antes de que estuviera tomando nota. El registro de la cena me obliga a no estar. A diferencia de la Divinidad, que ha escrito una historia de la que es partícipe como personaje, tengo que hacer de mi presencia y de mi verdadera presencia, tareas alternativas.

- Está muerta. Ella... está muerta.

Tony Buda (¡Badaaah!) apenas aparecido en la puerta. Su alusión era evidente. Unos días antes había apelado a fuentes confiables de hipótesis para demostrar el futuro reemplazo de la mandataria argentina a la que intervendrían quirúrgicamente, por causa de su muerte, en la mesa de operaciones.

{Hace dos días, en la cafetería con Tony Buda:
- Te digo, amigo, los fondos gubernamentales que usan para reemplazar hombres famosos y astronautas están en aumento.
- ¡Y crearon el fenómeno OVNI para desviar las sospechas sobre el destino de esos fondos!
- Bueno, sí.
- ¡Sospechas que ellos mismos también negarán... desviándolas públicamente hacia cirugías de famosos!
- Bueno, claro.
- ¡Admiro sus reflejos!
- ¿No deberías dejar de usar esos signos de admiración doble? Quiero decir, son casi una nota de suicidio. (Silencio)... La van a reemplazar al morir. Ya lo hicieron con Borges, McCartney y también Lennon, que después se murió. Es lo mismo de siempre.
- Eso parece. Solo que esta vez la muerte está programada.
- Te digo, es el gobierno de Estados Unidos... El Imperio- ahora observa el mundo frenéticamente
- ¿Van a ordenar algo más?
- No, no. Ya tráigame el chupetín- sigue observando
- ¿Chupe-Ahora?
- ¿Chupe-Ahora?, ¡por favor! ¿No tiene Suck-Now?}

Tony Buda ya adentro de la casa, la puerta es final.