miércoles, 16 de diciembre de 2009

Los chistes no se explican pero

Esta es una vindicación del sistema clasificatorio que me motiva desde unos ángulos de mi fisiología huesuda que aún permanecen vedados hasta para mi mismo. Si, porque desde hace mucho que me encanta clasificar y el mundo está regido por el sistema clasificatorio, eso lo sabe cualquiera. Porque sí. Marx habla horribles pestes de él, pero porque tenía una neurosis grave en el lóbulo frontal que le impedía apreciar la hermosura de un triángulo como método de ilustración de la naturaleza o de la sociedad, así como de otras formas estéticamente más reprobables: un trapecio o un cuadrado, que, hay que decirlo, se pierden en los trescientos sesenta grados de posiciones incómodas. Marx, para ilustrar a la sociedad, propone una figura de una sola cara y plana, inspirada en “El zahir”, en la que todos los puntos son idénticos entre si, de modo que es válido pensar en un único punto despreciable por su magnitud cuántica. Borges admite la alegría de ciertas enciclopedias niponas que se arriesgan a la arbitrariedad más profana para encontrar una definición más certera de la materia de las cosas (ahí nació Hitler, dicen). La misma enciclopedia es un cúmulo de objetos clasificados bajo el criterio de trascendencia o de ruido. Yo, por ejemplo, soy una carraspera afónica y anónima. La Teoría de conjuntos de Cantor es la representación más bella del ideal clasificatorio. La célula divide y condiciona. Teniendo en cuenta estas notables apreciaciones, aún de estas maneras tan insólitas, siempre me gustó la acción de la clasificación, que es la expresión del deseo de la naturaleza (¿la naturaleza humana? Supongo). Porque desde chico, "este es anfibio y este es reptil", y así según el tipo de cubierta del organismo vivo, todas ellas desarrolladas a partir del modelo máximo: el tejido epitelial, porque los seres humanos siempre fuimos ejemplares, desde la ejemplaridad de una manzana en la boca. Ya pasados los años, veía como se burlaban de “este porque tiene el pelo negro” o “esta que no es que tenga cuatro ojos, tiene la órbita de Júpiter montada al globo ocular”, y entonces la comunidad se iba subdividiendo en grupos y los criterios de selección iban mutando y revolucionándose, siendo subvencionados por diferentes firmas de afiliación política anónima y ellos firmaban y “hoy vamos a cremar a los negros”. Algunos excluidos se nombraban de alguna manera más o menos digna, y entonces se evacuaba a la soledad de una o dos dendritas. Yo fui viendo crecer este Imperio Clasificatorio, y la vista se me nublaba un poco, mientras las huestes de la exclusión se iban divirtiendo con la espalda de una o el tórax de otro. Hasta que los narigones y los jorobados terminamos adentro de una bolsa y todo estaba oscuro, por las leyes ópticas de las superficies planas. Yo bien no supe si por narigón o por jorobado lo que inició una serie de interrogantes, pero después me abrieron una causa en el tema de la perversión del conocimiento (pero eso ya fue más serio).





Vulpix no fue ni de fuego, ni de agua, ni de azufre. Y así terminó.



"Aún así, seguí amando el sistema clasificatorio. Qué mantiene la entropía y esas cosas necesarias para dividir al mundo entre "los que saben de entropía y esas cosas" y "los que no". Que se yó. Divide y reinarás, dicen. "
Idealista Empedernido en 2006
(desde el interior de una bolsa)


Este breve repaso no arroja ninguna clave sobre el gran misterio de mi afición por la clasificación, pero al menos me sirve de introducción para decir que agregué a mi Blog un sistema clasificatorio:

SENTITE
Descuartizado
Dolorido
Eh?

Uno puede entrar, y también puede leer, y de paso elegir alguna reacción de las ya mencionadas. Hubiera puesto cuatro, pero el blog siente no se que perversión por el sistema trisimal, supongo que después es más fácil sacar porcentajes. También podés entrar principalmente motivado por el sistema clasificatorio, como algunos que ya me hicieron culpable de “yo estoy en Santa Fe y Callao, pero mi brazo quedó en casa”. Sepan entender que si yo empiezo a descuartizar, empiezo por el aparato reproductor. No tengan dudas. Si quieren pueden ir a su entrada favorita (¿) y tildar sobre la opción que mejor describe la sensación que bien impregnada les quedó (considerando lo esporádico de mis entradas, ya deberías estar desangrado, si, vos, descuartizado, que “vengá mi muerte, hijo mío”, como Mufasa o el que tenía la belladona en el oído y no sintió nada).

Entonces, para cada entrada, va a existir una sensación ganadora. Bajo el sesgo democrático (no se por cuál salto inductivo) veinte de treinta personas se sintieron doloridas con la entrada X y entonces, el sesenta y siete por ciento pasa a ser el cien por ciento, y todos quedaron muy doloridos con X. Incluso los que no votaron. Pero esas cosas se intuyen.

“Descuartizado” y “Dolorido” son un intento de insulto hacia mi poder narrativo/expresivo. “Eh?” también, pero considerando que “Gloriosos los ignorantes”, y considerando que ustedes no ignoran, ya se perdieron la condición de gloria, por lo que el insulto sale disparado hacia direcciones antes imprevistas y nos mantenemos en un pie de Igualdad. Es una concesión que se le otorga a Marx, que llora mucho, y al silogismo categórico. Las tres sensaciones son parte de un plan misterioso y funesto contra mí. De esta manera, yo puedo inferir que uno que votó “Eh?”, en realidad amó mi entrada, pero ante el sesgo de universalización de las leyes institucionales, intuyó al voto, obligatorio e, incluso, secreto.

De todas maneras, bajo el sesgo de estandarización del conocimiento, todos sabemos que las sensaciones no tardarán en pasar a ser:

Descuartizado: Malo
Dolorido: Regular
Eh?: Bueno

Con lo que me gusta que no me entiendan y me concedan el beneficio del autismo.

Agradecimientos al INADI que me ha importado una suma de 1000 pesos por cada ocasión en la que omití la palabra “discriminación”.

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