martes, 15 de diciembre de 2009

Antes era más bajo y no tenía vértigo. El precio del vértigo.

Antes, de chico, vivía en el apático universo de las adaptaciones. Exitía un área, la recuerdo con disgusto y un frío pasaje del crunch de la madera al fluorescente azul, o el fluorescente rojo, o el fluorescente amarillo. Era todo tan gris que se hacía una fiesta de colores primarios y dimensiones pequeñas con tres o cuatro letras por carilla (porque encima, el cómic-sans parece expandirse entre pestañeo y pestañeo- lo que dura un cuento infantil, porque las tramas se resuelven rápido). A veces, unas mujeres que habían sido talladas por Fidias, se sentaban y te contaban la historia de un animal que había entendido la facultad del lenguaje y la del intercambio, y la del flujo intestinal: los males del hombre. Extrañamente, vivían en bosques y la arquitectura les había sido vedada, mientras nosotros empañábamos la mirada de Bauhaus. En ese universo, estaban "Las mil y una noches", pero Scherezada era otra. Este volumen era un poco más grande que los de animales y había sido despojado de todas las historias más grandiosas que relataban la venta ilícita de ganado plumífero, o los cálculos del emperador para llegar a los 40 años, sin haber (proporcionalmente) conocido las noches sin lujuria- proporcionalmente porque parece que ahí en Arabia, tampoco desarrollan su vida sexual sino es hasta los 14 (catorce). El ejemplar estaba dibujado en letras animadas y felices. Como ignorando Y ahí, Scherezada hablaba todo el día porque la menstruación no existía sino como un par de ausencias, y el emperador había olvidado el arte de los repollos, pero besaba mucho. Este era el sistema ecónomico del área de libros infantiles: el sistema adaptacionista. Pero yo había visto un ejemplar más grande, más grande de "Las mil y una noches" y me era imposible hasta los quinientos pesos. A los doce años, uno no tiene una fuente de ingreso si es el chico bueno de la primera fila. Entonces quedaba relegado a ese ejemplar de letras animadas y de hombres que comparten sus gallinas. Al otro, lo miraba de lejos, con deseo ¡injusta la adaptación que resume en mentiras! Yo quería las mil y una noches, enteras, de corrido. Al punto de que la empresa de describir mil noches, describir con palabras humanas hasta que la cera se fundiese, se convertía en un secreto sólo apto para los otros que "vos mirás desde abajo porque no alcanzás el metro veinte". Gracias.

Ahora, de un metro ochenta, sé que el califa era violador, homocida en primer grado y que tenía un fetiche por el dedo pulgar y las amígdalas en cinco tonos diferentes. Pero hasta ejerce cierta atracción que nadie bautizó, cierta atracción conmigo. Porque claro, él violaba y que los ciudadanos del Imperio estaban tan felices que estaban callados. Igual, no paso de la página 300 porque lloro y hay oscuro. Eso y además aprendí a escribir los números en letra.

1 comentario:

  1. Mercedes María Triangular* Senise dice:
    si hay algo que me generan tus composiciones, entre otras, es la necesidad innecesaria de descifrarte.
    creo que es solo eso.


    ps1: gracias por el dato de tu medida. le agregó un ítem a una de mis hipótesis personales.
    ps2: la comic sans es contradictoria (en dos de sus características para ser exacta).
    ps3: la menstruación no es sexy.
    ps4: todavía no existe pero apuesto a que los juegos van a salir solo en formato blu ray.

    sí, soy muy crédula.




    *Wannabe-racional, Nü-positivista; pero no llega a ser cuadrada.

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