martes, 9 de julio de 2013

El género gauchesco: un tratado sobre la patria - Josefina Ludmer

(A este)* primero no lo entendía. Después de mucho tiempo todavía estaba perdido. Después de otro tiempo todavía estoy perdido. Todavía lo estoy. Perdido, perdido, perdido. No tengo una huella, ¡no! ¡no tenía una huella! No, no: no tengo ni una huella, todavía no la tengo, en presente. A veces la dejo a Josefina hablando sola mientras me preparo un café. Cuando vuelvo están Sarmiento y Alberdi abrazados: la verdad, es como si nunca me hubiera ido. Hago varios dibujos tratando de ensayar la teoría de Josefina y de representarla gráficamente: hago unas cadenas de uso por acá, unos bigotitos de Einstein por allá, un Sarmiento enojado por otro lado. Fallo siempre. Ni una pista. Josefina no me tiraba un centro hasta que (ahora sí empieza la historia) la teoría se me reveló en toda su ternura. Yo había ido al baño porque no la soportaba más y cuando volvía, desde la perspectiva de mi regreso vi el cuaderno sobre el que había estado haciendo los dibujos de la teoría de Josegila Ludmer. Pero los vi al revés:


En ese momento lo entendí todo: había estado leyendo todo mal, a la inversa, como los chinos, que también son los que no se dieron cuenta de que había empezado el cristianismo. Las "cadenas de usos" que antes pensaba que eran dientes, eran en realidad los ojitos y su naricita de gato. Tenía ante mí un gato, el gato de Josefina Ludmer. Solo algo me separaba de su boquita y sus bigotes: una lapicera. Usé los bigotitos de Einstein. Pero no era cualquier gato. En un acto pasivo de coincidir, ahí estaba Ted, el gato cerebral, un gato que me inventé en el momento, ¡todo cerraba! La posición de las "cadenas de usos" obligan al gatito a estar siempre muy sugerente. Tiene mucho cerebro porque es una eminencia y eso lo representa muy bien, y además es imaginario. Ya cuando le dibujé sus orejitas apareció Sarmiento. Eso explica por qué siempre Ludmer respondía "Sarmiento" cuando un mago le preguntaba "qué tenés atrás de la oreja?". Esto marca un punto de reconciliación entre la teoría y los magos en general, que no la habían entendido (tampoco). Es un gatito de dos caras: una mira de amor, la otra es Sarmiento, el reverso del género, o sea, del gatito.

Pienso terminar con esta frase: "Así que ya saben".
Lo logro.


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*Publiqué este artículo en la revista literaria que existe, esa que es verde. Para convertirlo en entrada de blog solo tuve que sacarle el "A este", que ahora pongo entre paréntesis. Esto me pareció interesante por alguna razón.

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