martes, 16 de marzo de 2010

"Obras Completas" Un Espíritu

"Tales son los usos de la ambigüedad corpórea. Cuando no me busquen, ahí estaré. Cuando me busquen, también. Cuando me necesiten, estaré con algunos reparos referentes al reembolso de gracias santificantes. Cuando observen pasar el mundo ante sus ojos (observen pasar) el mundo ante sus ojos (hagan el mundo a los ojos)... Estaré. Estaré también en los recitales internacionales, en las juntas directivas de un consorcio hotelero y en las playas del sur de Bolivia. Ahí estaré. Tales son las formas que adopta la ambigüedad corpórea. Y que cuando no esté, ahí estaré."

Idealista Empedernido durante la Conferencia sobre la "Conferencia sobre
problemas mundiales que deberían ser renovados"citando a
Un Espíritu en la "Conferencia sobre problemas mundiales que deberían
ser renovados (Y el helio atmosférico)"

...y eso es todo lo que puedo decir acerca de los matrimonios entre gente de cuerdas vocales gruesas y los trastornos degenerativos de audición. Pero en el rumbo de los trastornos degenerativos, es importante confiar alguna luz a la más reciente publicación que algunas personas de algunos países estaban esperando. "Un Espíritu: Obras completas". Es quizás el libro más apto para una arritmia emocional y una migraña de felicidad de entre los libros de poesías, las poesías, los poemas y los decretos de necesidad y urgencia que se han publicado en los últimos tiempos. No contiene ninguno de los escasos escritos que Un Espíritu publicase hasta la fecha de mañana, pero es una recopilación de pensamientos que dos personas que lo conocieron hasta el bronco espasmo, supieron hacer y hasta, dicen los más avezados en la materia de la calumnia, intuir. Es entonces, una sucesión de intuiciones sobre la mentalidad de uno de los más grandes pintores sociales de las últimas décadas. Ayer por la noche sonó el catarro del perro mudo del vecino de la casa. Me trajeron el libro y lo dejaron sobre una alfombra como para que se congelaran, o al menos esta intención visualicé con apenas dos minutos de sueño de atrás y de mañana. No pude evitar pensar que esa era la facción de Un Espíritu y que tenía cara de "gordo, poblado, blancuzco y oliente". Esos adjetivos me parecieron muy acertados y me recluí en el sillón para imaginar (con mayor comodidad) el ruido de esa calificación que hacían sonar con la voz de la tradición. Estuve muy contento por esto.

El libro está dividido, tímidamente, en sub-libros. Pero estas categorías están seguidas por una invitación al "olvido de los sub-libros, según usted acuerde". Yo acordé encantado.

Ya en los primeros relatos, la naturaleza atrevida de la pluma sale a la luz, y me río un poco pensando en como sonarían estas letras ejecutadas por un grupo de neo-avant-prog-folk (revival) , pero después casi me mato de la emoción al recordar que Un Espíritu odiaba esas bandas "inmaduras" por considerarlas "amusicales". Esa es la capacidad neologística de Un Espíritu, que es también la sombra desperdigada en los subsuelos del imaginario colectivo.

El cuarto cuento trata de la muerte de un personaje que en realidad no existe ni siquiera en la ficcionalidad y de las procedentes investigaciones relativas al hecho que describe "tan sangriento como enigmático". El primer cuento no está y tal es la paradoja que Un Espíritu vierte con maestría. Me miro a mi mismo (a este fin me aproximo al espejo) y digo "Un Espíritu es el artista de nuestro tiempo".

En algún momento hay un cuervo en mi ventana y yo estoy muy feliz porque majestuosamente he adivinado la caligrafía de Poe en algunas líneas: dibujada hasta con cierta perfección que es la cifra de un dios. Mi agobiante costumbre de no leer los títulos me condena a la ignorancia. “Plagios”, así se llamaban esas líneas en las cuales había descubierto la caligrafía de Poe, la majestuosa caligrafía.

Sesgado por el alcohol, procedo a leer, del mismo libro, una novela de ochocientas páginas abarcada en solo cincuenta. Tal vez la influencia de Poe sea menos evidente aquí, porque se descubre simultáneamente la de Emerson, la de Dickinson, la de un viaje a la Antártida y la propia misma (que es un poco la de Poe). Pero más tarde el cuervo embiste y ya casi es una obviedad que el texto habla de un asesinato en medio de una boda que se resuelve con una ambigüedad escalofriante. Dos minutos y uno entiende que tal ambigüedad es el objeto del relato y los suicidios, martirios o congestiones que de esta puedan resultar. Adjuntadas, unas notas periodísticas acusan varias imperfecciones en la cuestión de la técnica narrativa. A lo largo de la novela de ochocientas páginas abarcada en cincuenta, personajes mueren para después vivir o un día son jóvenes y a la otra página o al otro año gozan de la insuficiencia renal. Y estas insuficiencias solo puede adjudicársele a un viejo. O están casados y después son monjas (casadas). Todos estas inconsistencias en la trama que algún iluso podría llamar “inconsistencias en la trama”, no son más que un estilo del que Un Espíritu abusa en la supremacía del efecto por sobre la coherencia. A unos pocos kilómetros, en un apéndice, se sintetizan algunos debates pretéritos con motivo de las insuficiencias renales en la juventud.
No puedo evitar sentir el manotazo en la puerta y yo vuelvo a estar feliz porque Un Espíritu escribía un poco bien y porque adiviné que es alguno que hace encomiendas, el que está golpeando en la puerta. El hombre de las encomiendas me dice sobre mi perro que le come los geranios y yo no puedo hacer menos que mirarlo un poco y decirle “adiós vecino”. Se va a su casa. Dos horas después aparece el verdadero hombre de las encomiendas con una nota de parte de un amigo en letra roja:

“Todo es una parodia”

Así reza la nota de mi amigo, ilustrada en rojo para que uno conozca su terror.

Una vista flaca por sobre los espacios más invisibles de mi habitación hasta ver el libro, el libro de Un Espíritu cayendo con el peso de sus veinte mil volúmenes resumidos en uno, cayendo así contra la mesa de una madera que no se dice porque todas las maderas ya se dijeron mucho. Ese libro resulta ser una parodia, según lo que mi amigo (¿roble? ¿pino? Es inútil). Sus obras completas no pueden ser una parodia. Pero pueden.

La lectura del volumen continúa con una historia cuyo desenlace se produce en la eternidad y con cada verbo y cada acción y cada rasgo facial prologado por un "eternamente" que le confiere el carácter simultáneo a la obra. A los ocho verbos he concluido que la muerte es un horror. El argumento del siguiente relato no importa demasiado, su verdadera característica consiste en la incoherencia de la numeración de las páginas, que ofrece un efecto de "infinidad" que a uno lo asusta. Uno lee la "200", para pasar a la "300" o, aún peor, a la "500" o a la "10", de modo que debe volver a la "primera página 10 que ya se leyó", para descubrir que "El canto del canario sobre las termópilas (Canción de Jerjes)" tiene una nueva resolución relacionada con cerdos y hemorragias. A partir de allí, la ejecución es más vaga e inabordable.

Un último segmento me hace llorar. "Epitafios" es, como su nombre parece indicar, una recopilación de epitafios. "Al más invencible" reza uno. "Vividor hasta la muerte (hasta el cedro del cajón)" reza otro. Un último, es un sistema de enumeración de prostitutas usufructuadas, abordadas o enamoradas en vida "para los honores del difunto". Finalmente, una recopilación de poemas breves (y capaces de ser omitidos) y frases célebres. De ellas, las menos olvidables:
"¿Quién quiere negros habiendo tanto cine hollywoodense?" (Un Espíritu en la conferencia "¿Por qué negros?")
Otras pertenecientes a su colección personal en hojas oficio blanco mate:
"El comunismo es una forma de la mediocridad"
"El capitalismo es una forma de la mediocridad"
"La mediocridad bienintencionada, es un don"
"La democracia basada en el poder de unos pocos. Esa es nuestra idea de gobierno."
"Llámenme circunciso, pero es preciso economizar la cultura."
"¡Oh, madre Rusia! Es necesario felicitar al pueblo ruso. Y, además, es muy meritorio."
"Si, querida."

Al finalizar, supe que mi amigo tenía razón. Era una parodia, una parodia de todos nosotros, ¡artistas del hambre! ¡artistas de la perspicacia! ¡de la vanguardia! Y todo por ese sinvergüenza de Un Espíritu que yo creía tan abstracto y tan "sombra desperdigada por parte del imaginario colectivo", tan "idea per otro", tan "analogía de las culturas dominantes y de la etnografía estructuralista". En cuanto a mí, esperaré por su, aún más exitosa, secuela.

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