Miles Davis es uno de esos nombres que se escuchan hasta en ausencia del oyente. Miles Davis, compositor, músico de Jazz. No quiero pecar, no, no quiero, (lo escribo con una mano y la otra, paralelamente, acaricia el lomo de las sagradas escrituras), no quiero pecar de formal, pero Miles Davis es la suma de unos discos, Miles Davis es 183 álbumes según el registro de RYM: ( y RYM es un registro cuidadoso que gente sin nombre y de respiraciones presuntamente esporádicas hace: ) cuarenta mil usuarios, dividido en etapas de su carrera, nueve según Wikipedia, signadas por una discográfica, por elementos constitutivos de la música, o por un color. Con o sin John Coltrane en el saxofón. Miles Davis nació en 1926 y
Se trata de una de las figuras más relevantes e influyentes de la historia del jazz
según Wikipedia. Trompetista, afinidad por la fusión y el bebop. Oriundo de Alton. De madre música. Miles Davis (John Coltrane en el saxofón) creador del sextet y el quintet. Miles Davis, con una ferviente preocupación por la estética de las drogas duras tales como... como, claro... Miles Davis es, (y no quiero pecar de insensato o subjetivo pero) uno de los genios de la música del siglo pasado, y es un gran logro considerando que nació en 1956 o en 1936 o en 1926, Miles Davis es una suma de unos cuantos álbumes (según RYM son... ¿?). Uno de esos nombres que se dicen hasta en ausencia del escucha. Y suelo ser reticente a esos nombres, pero un día se alinearon los planetas o el teclado cobró vida propia (en una inédita conspiración con El Mouse) y fue penetrando páginas, dibujando preguntas, deletreando pedidos. Y no es que quiera pecar de congruente o exacto, o concreto (nada es concreto en Internet, ni siquiera el ruido de una restricción, o el alerta de una peste informática) pero debo decirles que es por eso por lo que no tengo Anti-virus y que, además, el teclado, en su paroxismo de baile negro estadounidense de fines de los sesenta, a tal ataque de vigor le sumó un "+ Mediafire" y entonces "Miles Davis" (John Coltrane, saxofón) estaba en mi pc, porque un extraño me lo ofrecía. "Kind of blue", (ahora mismo termina "So What") "Kind of blue" estaba en mi máquina. El amor a primera escucha no existe, pero creo que en esa tarde gris que a la computadora no le interesaba, y a Miles Davis (John Coltrane, saxofón), a Miles Davis tampoco, en esa tarde gris lo inventamos. El órfico despertar de mis zapatillas y el siseo del taco contra el suelo, me provocaron una risa, y yo estaba un poco feliz porque Miles Davis (John Coltrane redefine el concepto de eco, John Coltrane, Saxofón) estaba archivado en mi computadora y además sonaba, por unos parlantes que el teclado se encargó de prender. De técnica no se nada, pero basta la belleza, que a veces es una fracción de segundo, la mitad de la nota y la deducción de las siguientes, y otra nota y la subsecuente confirmación de las siguientes, y a uno le sobran endorfinas en el recipiente, entonces no hay razón por la que cuidar de las medidas que se están bebiendo. La estética de Miles Davis (trompetista, murió a los 65 años) es perfecta. La ejecución es menos lenta que múltiple, porque la magia que guarda él, o que pulsa Tortoise, o que guarda la percusión en Can (o en grupos más recientes como Boredoms), es una multitud de sonidos que no se oyen, ni se emiten. Se intuyen. Es la sumisión del inconsciente a una experiencia menos efímera que milagrosa: la experiencia de sentir que, más allá de la canción que se grabó en el cd, hay una gama de sonidos que se desprenden como por intuición o, en un sentido muy estricto, como por "método de deducción de implicancias lógicas". Y entonces uno no sabe si el simple pensamiento respecto de estas materias del intelecto, es un plagio y entonces prefiere acallar las notas con otra composición (ahora suena "Blue in green") o si este pensamiento, estos sonidos que se multiplican con el verano de la aracnofobia, uno sabe si estos sonidos son de la propia autoría de quien los escucha. Ni siquiera se sabe si el que está al lado puede compartir este festín de sonidos encasillándose en una construcción enclenque que poco a poco toma la forma que el sol le confiere. Si, así digo yo, Miles. Tócala de nuevo, porque yo te conozco ese piano (ahora muere "Blue in green", pero, ¿leen lo que escribo? lo sigo escuchando). Es
un millar, un conglomerado de brevísimas ejecuciones ¿Las oís? Claro que si, si tienen que estar dispuestas ahí desde el primer pensamiento, técnicamente calculado su momento, humildemente insertado. Consciente, siempre concientemente. Es el eco que va multiplicando "Blue in green" (que ya terminó). Sentate. Vos no sos Miles Davis (más de treinta discos a la venta) y vos si que estás pensando en la infinidad de gotas que esperan a que pongas un pie afuera de mi casa, para descocerse de un entramado que ni siquiera ves porque han fijado las nuevas leyes de la perspectiva (repasas el manual orientador con la perfección del heresiarca) y a nosotros nos parece un acometido barbárico. Ser diminuto cuando nos separan dos, cinco, ocho metros, y entonces las gotas aparecen potenciales hasta la inexistencia. El teclado perdió su sensualidad, para nosotros y para él mismo. De él no hablemos. Hablemos de lo que se escucha ahora. Sentate, no va a llover hasta que te indignes a salir de mi casa. No preguntes. Oí. No. Vos. Vos oí. Yo, incurriendo en la fatalidad del presente, yo ya lo oigo (Miles Davis grabó más de veinte álbumes de estudio). Oís. Y no es que de los once minutos de "All Blues", aún el parlante escatime en seis. Es que todavía siguen sonando algunas estrofas de "Blue in green", aún cuando murió hace cinco minutos. Me jura que oye, pero yo creo que algunas cosas las entendemos porque odiamos la privacidad del otro, e irrumpimos por lo que dejó de ser un pedido o una pregunta, y ahora solamente es una de las formas que tengo de jactarme: "¿Oís?". Lo jura. Le digo que se vaya, que tiene que llover. Andate, que tiene que llover. "Lárgate, que tiene que llover" (Lo carcelario del cinturón que me fulmina las costillas, también me priva de algunas locuciones del castellano) (Miles Davis, compatriota de algunos, compatriota, hijo de familia)
Ya pasaron dos meses. "Kind of blue" sigue en mi equipo, en la desprolijidad de lo que no entiendo (Miles Davis, tocaba de esos instrumentos que viven el impulso del aliento, vivió ¿65? años). Yo creo que nunca debería haberlo escuchado, nunca "Kind of blue", por estas consecuencias (que algunos supusieron "consecuencias indirectas") que yo supongo deductivas. Hace dos meses que "Blue in green". Hace dos meses que sigue sonando. Pero no es Blue in Green ("Kind of blue", DAVIS, Miles, 1959), son los ecos de ese pasado Blue in green. Es fácil de entender como para cualquiera. Bajaste un disco de Miles Davis, lo ejecutaste con la presura del inexperto y vos leíste, claro, que eran once minutos en los que distribuían las notas de Blue In Green. Once agraciados, constantes, justos y acatados minutos. Una persona te acompañaba y le tenía miedo a la lluvia. Bajaste la mirada y eran las diez y cincuenta del diez de abril, con Blue in green (de Miles Davis, aficionado al billar, que es una forma de la música concreta, LO EXIJO) habiendo venido en auxilio de mis apacibles oídos recien a las diez y treinta y nueve. No es tan difícil de entender. Se cumplió el plazo y seguía sonando. Y no hace a la resolución deste misterioso caso que la canción exceda los once minutos exactos y que ahora sean los segundos restantes los que siguen maquinando: ya pasaron dos meses y es un eco, ya no importa ni Miles Davis, ni la sequía climática en el norte, ni la relatividad del tiempo. Uno me dijo que era conveniente adoptar esas voces como el silencio del que gozan todavía algunos. Yo digo que el silencio empieza y termina en si mismo, en el silencio. Qué el silencio sale de adentro, de las cuencas llenas de los ojos (pero de entre los espacios intersticiales). Pero después están las notas deducibles de Blue In Green, que presentan una indiscreta metáfora de a variedad. Un día puede ser una muerte. Otro día un espejo, el mismo día la multiplicación y las leyes simples de la matemática financiera. Otro día son una mujer que no me mira porque no me atrae. Un particular día es la redundancia (de un espejo, o de una muerte o de una mujer). Una vez es la intimidad y eso significó un alivio barato que se disipó en horas. Ni la homeopatía ha curado este mal, ni la astrología ha predicho una cura homeopática. En algún momento me río solo (el único que me escucha es Blue In Green), me río por la paradoja del silencio en el que guardo conmigo mismo esta vasta cantidad de sonidos ruidosos. Hace dos meses que no duermo. El señor F. me hizo presente, ayer, en su despacho. Me amenazó con el despido, con una daga y otras algarabías de la muerte. Lo que más me asusta de aquel hecho que se volverá rutinario, es la soledad que avendría con la pérdida de trabajo.El señor F. comunicaría al señor P. de mi mala conducta laboral. El señor P. a los señores K. y J., que tan vecinos son entre ellos. Y así me negarían cada puesto laboral y mi soledad se haría más patente, mi soledad con Blue In Green. El señor F. ha preservado siempre una conducta intachable, despacha los sobres con la habilidad de Mercurio y tiene dos hijos, cuatro nietos, una esposa muerta, una esposa viva y una amante. Yo creo que me permitiría el empleo por algunos meses más. Cuando llegue el momento, me despediré, alquilaré un bote y me perderé en alta mar, en donde nadie conoce a Miles Davis. Un amigo se atrevió a pronunciar la idea de que solemos profesar la identidad de dos distintos a partir del efecto que causan, siendo tan afines a las leyes de causalidad. De tener razón, la situación se resolvería con el silencio jugándome una mala pasada, después de haber conocido las suertes de Kind of Blue y con el insoportable mutismo que me reclama escuchar a Miles Davis. De cualquier manera, el suplicio es Blue in Green. (Miles Davis, . . . )