miércoles, 19 de junio de 2013
Nos tienen atados al cinturón
Ese gritito cuando ves a una persona que te gusta no puede entrar en un cuerpo. Es que tenemos el cuerpo muy comprimido para todo lo que somos. Ya sabemos lo del intestino grueso: que puede jugarse todo un Roland Garros en simultáneo y alimentarse a toda su audiencia sobre la base de un intestino grueso, pero no lo hacemos porque un solo jugador no puede jugar varios partidos a la vez. Pero cuando ves a esa persona, es como si las superficies del cuerpo quisieran hacerse un lugar más adentro, más atrás, pero más atrás no pueden, porque más atrás está el hígado, y el alma también, que viene subiendo, y es como ir en auto y que frene, el alma. En ese punto de contacto sabemos que no hay más lugar, que vamos a morir y que si tuviéramos que desarrollar todo lo que somos en detalle, no nos alcanzaría el mundo. Entonces solo nos gustan algunas personas y las vemos, y eso sería un resumen de todo lo que somos para los que vamos a morir: es un segmento en el mapa del infinito, pero no es menos infinito. Después de ese momento en que frena todo bruscamente, mando a la persona a que mire por el espejo y me prometo que "la próxima voy y lo choco". La estúpida seguridad vial me pide que aclare que esas palabras podrían no ser apropiadas, ¡maldita y ortodoxa seguridad vial! La próxima voy y lo choco.
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