jueves, 28 de octubre de 2010

Argumento para la no filmación de un argumento fantástico


No! I am not Prince Hamlet, nor was meant to be;
Am an attendant lord, one that will do
To swell a progress, start a scene or two,
Advise the prince; no doubt, an easy tool,
Deferential, glad to be of use,
Politic, cautious, and meticulous;
Full of high sentence, but a bit obtuse;
At times, indeed, almost ridiculous
Almost, at times, the Fool.
T.S. Eliot: The love song of J. Alfred Prufrock

Wherefore art thou Un Espíritu?
Himno a Un Espíritu


Propietarios del comercio de los sueños y los lazos no consentidos me han rebuscado el estómago hasta picarlo con algún despróposito evidente que me hiciera saltar de la apatía general hacia estas, llamadas, cosas nuevas. Uno de ellos, Hans Krimer, me ha propuesto en tres cuotas no obligatorias, la filmación de una película con inicio en la historia de mi amigo secreto: Un Espíritu. Un Espíritu no tendría nombre y siempre lo llamarían o por señas o por confundirse queriendo llamar la atención de otro y que Un Espíritu se diera vuelta, perseguido y equivocado. Le dije, como primera excusa, que el negocio de la filmación me parecía uno de las más negras vacilaciones del ser humano, desde el momento en que permitían la cópula pero nunca el embarazo o, si lo permitían, extraían a un bebé de este "mundo real" que pudiera encajar con la descripción del nunca-nato. Descubrió alguna falacia formal pero no me corrigió, molestado, pero sabiendo que me preocupaba el destino de aquellos pobres alienados.

Traduzco algunas partes del diálogo en alemán:
- Un Espíritu no tendrá representante oficial. Se revelará al final de la película o no se revelará nunca, eso queda en el criterio del espectador. Se manifestará en los miembros del personaje principal que ya presentamos y atinaremos a entremostrarlo (sic) por uno o dos rasgos sobresalientes que no bastan en conjunto para decir que es otra persona, pero bastan para generar una molestia.

(Diálogos sobre una guerra civil)
En las puntas se le veía un afán cosmogónico y cierta tendencia gratuita hacia el neologismo de las palabras que el castellano no tiene, como "entremostrar" y "discreción", aunque esta última exista a veces pero nunca sea autorreferencial. Tampoco tenemos "autorreferencial".

- ¿Pero quien será el protagonista?

- Usted, ambiguo.

- ¿En base a qué? ¡No protagonizo nada! ¡Es un personaje!

- Entonces será su personaje

- De acuerdo

- De acuerdo, ambiguo.

Los siguientes minutos fueron hablados desde la posibilidad de iniciar la película en el marco del estereoscopio. De terminarla en el marco del estereoscopio hicimos un resumen de ocho minutos. Desde la primera impresión encontré que nuestro hombre, Hans, determinaba todo su amor por la cinematografía por el dogma del estereoscopio y que una vez había diluido células de un tallo vegetal. En perfecta instancia, mi historia era una excusa para el uso de esta técnica narrativa, en breve y culposa asociación con la técnica de los sueños, de la imitación y de la pantomima.

Hans Krimer se afanaba por iniciarme en este negocio de los ventrílocuos. Un detalle siempre me había impulsado a cometer algunas desaforadas, liberadas, riesgosas y arrancadas asociaciones mentales. Era el detalle de los guiones y de llamar a los personajes por lo que eran. En el caso de que una película se llamara "El hermano Idiota" y de que Hans Kramer jugara en el rol de "hermano idiota", su nombre será corregido desde "Hans Krômer" hasta "Hermano idiota". Un futuro y potencial pero, sobre todo, otro actor llamado Hans Strôgmer, será el hermano del hermano idiota. Se lo rotulará como "Hermano del hermano idiota" y no como "Frédéric Kraumer" (Frédéric, Hans, Kraumer). En esta película que Hans Krimer oficiaba, podría ver casi resuelto el fetiche que me condecoraba "Excéntrico". Hans Krimer, por su parte, no entendió la necesidad de incorporar al elenco a un hermano idiota, pero supo relacionarlo con la cuestión de las deficiencias emocionales en la infancia, alguno de los trastornos que se presenta como tópico central o como "tópico angurriento de fama" en una de las líneas de la obra que reza sobre Un Espíritu. Otro detalle clave que Hans Krimer sugirió mencionar es el de que todas estas personas resultaron (al menos alguna vez) ficticias. El hermano idiota está incluido.

Entre las otras conversaciones con Hans Krimer, éste se declaró realista y soltero, todas profesiones, no solo insólitas, también unitarias, infelices y presas del subjetivo afán objetivista. En español serían las profesiones del obrero y las del liberal, pero esta, como toda transliteración, sufre de espasmos y de trasnoche. Intenté medir el éxito de la película de acuerdo con estos parámetros, pero el resultado fue un fracaso mental o el plagio a "El gabinete del doctor Caligari" (película, ya ella sola, harto facsímil, de tiempos breves y alegoría circular). Hablamos otras tantas cosas que nos dormimos y pensamos que no hablamos nada (pero hablamos). Entre las intervenciones forzadas de la señorita Hansa Krûger, maquilladora, están su afán de tierras en la ex-Alemania Oriental y su otro afán (Afán que ella denominaría "Afán II") completamente distinto y sin plan, posesión de esclavos en un campo de trigo. Ambos afanes me parecieron menos determinantes que hermosos, y decido traerlos. En el medio del segundo hubo interferencia y los esclavos pudieron tener el riesgo de acabar con herpes: no llegué a percibir este último punto, como ya hice notar, pero su mínima importancia reside en la belleza de volverse explícito o en la graciosa algarabía de quedarse mudo, como en interferencia.

Un importante conflicto surgió a la hora de ensayar la escena que dice que en la segunda guerra mundial no hubieron muerto tantos. El segmento fílmico era iniciado por un cartel de medidas máximas comprimidas (que seguían siendo, todavía, máximas). Como en todos los casos anteriores, yo presenciaba el curso de las representaciones que Hans denominaba "entrenamientos", pero en verdad quiso decir "enumeraciones". Jamás pudimos reemplazar con algún éxito remoto esa locución hispánica en el panorama de germanísimos inmóviles diciendo que se matarían, jugando a los soldados y vaticinando muertes horrorosas pero, gracias a Dios, futuras. La cuestión, que llamó a todas mis atenciones a comparecer, involucra a Hansa, a Margo y a otro, pero todos estos son nombres de vida real, como comer embutidos. Daban pasos de alegría, que son los pasos de la actuación. Las miradas eran siempre de tres cuartos de perfil y, a veces, de medio, pero siempre consintiendo que los ojos parecieran muertos o vacíos, ojos de muerte, de sueño y de idiota (muertos y soñadores). Margo escuchaba atenta las razones que el otro daba sobre una cuestión. Hansa la maquillaba y ya estaban filmando (porque Krimer es vanguardista). El otro daba su papel. Y ahí es cuando decía (en tono de amor) "Y que (...) y lo que nos acaeció", decía cosas de un conflicto armado que dejaba anónimo. Cuando llegaba a las partes donde había un sujeto explícito como era "Guerra" o como eran sus actores propios, unas omisiones incidentales, cuidadas hasta el cansancio, irrumpían sin temor infundado. Como no entendidos. Venían, decían pero sobre todo omitían. Iban omitiendo, así, omitidos ellos mismos. No sabían que yo había estado hablando de ellos y que ellos estaban muertos (según lo que yo decía).

Otros sucesos menos innovadores pasaron. Una mujer se negó a ser su papel y apareció en las cintas de filmación haciendo de otra que era el mismo personaje de Margo, pero en los momentos que le incumbiesen de verdad. Sorprendentemente, su molestia no se hizo notar y todos pensaron que en verdad era quien no hacía que era y ella tuvo que quedar muy resentida. Este resentimiento fue de lo menos interesante porque, después de todo, su papel era, más bien, agregado, último, colgante o durmiente. Otro hombre negó la calidad de mis argumentos y negó la doctrina de Un Espíritu sobre el tiempo de la eternidad, en propia escena. En esos momentos se sintió un movimiento como de placas en el suelo.

Avisan de afuera que el éxito de la película es cuestionable. El impulso creador de Hans Krimer no será más que un impulso plagiario. Su duración (aproximada) es de veintidós horas. En la película quería estar el mundo. Siempre está el mundo, acá quería estar entero. No podía evitar llorar por Hans Krimer. Los mayores fracasos, suelen ser los propios. Un pintor fracasa vivo pero por una mancha y después muere y es famoso: el fracaso no era de él, era de los otros. Hans Krimer fracasaba todo él. La película duró un mes ante el ojo público, pero eso decir bastante poco porque, en su transcurso, confluyen, apenas, unas cuantas pocas emisiones justificadas por la duración. Todas las copias fueron conminadas al destierro de todos los países. Visité a Hans Krimer el verano pasado. Reía, congestionado, y compilaba alas de mariposas. En esa colección estaba el influjo de la magnífica memoria de un fauno que es la memoria de Dios, poco más o poco menos, aunque a la altura de los infinitos, las cosas tienden a igualarse. Las primeras palabras que dijo fueron de aprecio inútil. Las segundas eran sobre su película. "Se siente el vértigo". Le dije que eran veintidós horas (aproximadas). "La belleza está en el transcurso. He sabido de gente que se muere, gente mayor, y lo último que ve es un estereoscopio. Pero esos, solo lo que mueren al principio y al final de mi película. Hay otros. Hay partos, por ejemplo, muertes mínimas. Hay de todo mientras pasa mi película". Le dije que si (por decir) y le dije que estaban pasando cosas. Me dijo algo que no entendí, pero en realidad quería decirme que siempre están pasando cosas. Nos despedimos pero mucho después.

Fin